Libros y escaleras

picazopatricia@gmail.com

Desde hace mucho me gustan las escaleras. De pequeña las bajaba de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro. Contaba escalones allá donde iba. Con el tiempo fui usuaria de escaleras, buenos lugares para sentarse y charlar, comer pipas, fumar. Sobre todo los escalones de la entrada a los portales. Cuando hacía calor, nos metíamos en el patio de las fincas y seguíamos charlando de nuestras cosas del cole, de los padres y hermanos pesados.


Pero las escaleras que más me gustaban eran las de caracol. Soñaba con tener una casa de dos pisos con escalera de caracol. Toda una aventura subirlas y bajarlas. Ya solo por eso merecían la pena las escaleras de caracol. Por eso y porque hasta el nombre me gustaba.

Historia de una escalera de Buero Vallejo, es uno de mis diez libros preferidos. Lo leí en la adolescencia y me impactó tanto que todavía puedo ver el rellano, los vecinos y sus historias. 


Casualmente, cuando empecé a contar, uno de mis primeros cuentos fue Instrucciones para subir una escalera hacia atrás de Julio Cortázar. Esa historia me sigue fascinando y, a pesar de haber abandonado prácticamente el cuento literario de mi repertorio, cada tanto la sigo contando. 


Por aquel entonces (rondando los veintitrés) participé en algunas intervenciones de teatro de calle donde casualmente utilizaba una escalera. No en vano empezaron a llamarme "Patricia escaleras". Ahí fue cuando fui consciente de la importancia que habían tenido las escaleras y escalones en mi infancia y adolescencia. Y en todas los pisos sin ascensor en los que había vivido.


 Los libros, los leía (algunos) pero lo que más me gustaba de ellos era ordenarlos y clasificarlos. Lo importante era organizarlos y explicar de qué iban a mi hermana pequeña para que le entraran ganas de leerlos. Así empecé a jugar a ser bibliotecaria y, sin saberlo, empecé a practicar en casa el fomento de la lectura. Fracasé estrepitosamente porque a mi hermana pequeña no le gusta leer pero sí escuchar. Así que a ella le contaba las historias que contenían los libros y otras que me inventaba para hacerla reír. Con mi prima y mis amigas sí que funcionaba lo de recomendar libros, lo cual sigo practicando en la actualidad: recomendar y contar. Lo de ordenarlos lo practico menos, pero en casa los tengo clasificados: novela, teatro, poesía, álbumes, libros de trabajo (fomento de la lectura, teatro, creación de historias, recopilaciones de cuentos, filosofía...)

Hace unos días vi esta foto. Y fue entonces cuando comprendí que tanto los libros como las escaleras, que en principio, pertenecen a dos universos totalmente distintos, que no tienen nada que ver unos con otras, cobran significado juntos en una biblioteca. Uno de los lugares que adoro y donde tuve la suerte de trabajar en un despacho abuhardillado al que accedía subiendo a pie veinte escalones.


Ahora las sigo visitando para llevarme algún libro, contar las historias que contienen como hacía con mi hermana, para recomendar lecturas a adolescentes en clubes de lectura o hasta alguna vez, incluso, a impartir una clase de yoga. Pero cuando disfruto de verdad es (cuando veo que las hay) subir y bajar sigilosamente y sin que nadie me vea, sus escaleras de caracol.

Por Patricia Picazo 14 de junio de 2022
Relato ficticio sobre la mentira.
Por Patricia Picazo 4 de marzo de 2021
Poema-relato ilustrado sobre las huellas.
cuento, ficción, historia, humor
Por Patricia Picazo 2 de septiembre de 2020
Relato humorístico de cómo una mañana cualquiera puede convertirse en un infierno, o no (según se mire).
patricia picazo, narración oral, storytelling, cuentos, historias, contadora de historias, yoga
Por Patricia Picazo 16 de julio de 2020
Una reflexión personal sobre la relación entre practicar yoga y contar historias. (si es que la hay).
Show More